“Hablemos en serio y hablemos sin miedo”

Quiero hablarte de este tema desde mi propia experiencia y desde mi propio punto de vista. Sin mayores pretensiones ¿ok?
Me va a costar escribir algunos párrafos, lo sé.

Si has leído el anterior post y sientes que te has perdido algo…tranqui, todo ok, son mis giros de guión que no los consigue ni Spielberg.

Y es que aunque soy yo muy Capricornio para mis cosillas tengo un ascendente en Géminis que hace de mí lo que quiere y así vamos por la vida.
Abro este melón siendo muy consciente de cómo está el patio. España para todo tiene que estar polarizada y en esto no iba a ser menos. Si planteas este tema en determinados círculos puede que acabes recibiendo miradas incómodas, burlas… y si decides ir más allá y hablar de acudir a terapia, ansiedad, burnout o incluso depresión es muy posible que hagas saltar las alarmas y acabes como las histéricas de La Salpêtrière.

Seré yo la rarita, pero no veo el problema de acudir a un psicólogo cuando te encuentras mal porque a poco que se te encarne una uña ya vamos corriendo al podólogo. Tampoco se nos ocurre ir a cortar el pelo a la charcutería ni llevar el coche a revisión al panadero…

Zapatero a tus zapatos y así con todo. Por suerte esto está cambiando con las nuevas generaciones y hablar de salud mental en entornos afines puede ser súper enriquecedor y nada estigmatizante.

Hace unos años empecé a darle vueltas a la idea de ir al psicólogo porque la psicología me lleva fascinando desde la adolescencia y me parecía bastante interesante como modo de autoconocimiento, descubrirme más y mejor, potenciar lo bueno y neutralizar lo no tan bueno, gestionar golpes o situaciones difíciles que se dan en la vida, canalizar la frustración… Vamos, un montón de cosas que me parecían suficiente motivo como para comenzar a visitar a un terapeuta y empezar a aprender más de mí.

La realidad fue un poco más brusca.

Yo no contaba que de repente se cayeran todos los pilares importantes que sostenían mi vida y que de golpe y porrazo no tuviera nada donde pudiera mantenerme firme. Como supondrás acudí a mi primera visita al psicólogo en un modo muy diferente al que yo tenía previsto. De hecho fue un desastre. Esa y las sesiones de los meses siguientes. No encontré al otro lado de la sala la persona que yo esperaba encontrar. No sentí conexión alguna. Incluso me sentía peor por momentos. Hubo una sesión en la que al cerrar la puerta de la consulta supe que iba a ser mi última visita a aquel lugar. Y así fue. No volví jamás por allí.

Hay muchas corrientes terapéuticas y obviamente aquella no era para mí. Comprendí que esa persona no me podía ayudar y decidí llamar a otra profesional. Y creo que fue lo mejor que hice por mí en toda mi vida. Darme otra oportunidad. Con mi nueva terapeuta era todo muy diferente, la comunicación era fácil, yo me sentía cómoda con ella y sentía la consulta como un lugar seguro, me ayudó a encontrar dentro de mí muchas herramientas para reconstruir las partes que se me había roto. Ahora, después de todo este tiempo, soy consciente de que no hubiera logrado muchos avances sin ella. Me ayudó a eliminar la ansiedad, incluso a mantenerla a raya si intenta volver, a dormir como es debido, a volver a sentirme valiosa, a permitirme el fallo, a ver con otros ojos actos y comentarios de los demás que antes me herían profundamente…me ayudó a encontrar paz.

Por todos estos motivos creo que no puedes burlarte ni menospreciar a quien decide acudir a un psicólogo, porque francamente obran magia. Cuando una persona supera una enfermedad suele hablar de la ayuda que fue el personal sanitario en el proceso. Esto es igual, pero la enfermedad es invisible. No hay vendas, ni escayolas, ni erupciones en la piel…pero el problema está ahí.

La depresión, la ansiedad y todas éstas sanguijuelas de nuestra mente pueden estar ahí aunque tengamos una sonrisa de oreja a oreja. Y lo sé porque lo he vivido. Lo sé porque yo misma me forzaba a sonreír hasta que dolía. No me permitía estar mal, no me permitía que nadie supiera que estaba sufriendo. Estuve meses sin pisar mi negocio para que nadie me viera así. Mi compañero llevaba la tienda mientras yo trabajaba sola desde casa.

Porque desde casa podía trabajar sin parar, aunque me cayeran lágrimas por las mejillas, aunque me quedase absorta 10 minutos en mis pensamientos sin oír siquiera el timbre o no me diera cuenta de que era la hora de cenar porque llevaba todo el día frente al ordenador y no me había enterado de que había oscurecido.

Me oculté tanto del mundo que casi desaparezco.

Mi terapeuta me ayudó a ir quitándome de encima todas esas losas que no me dejaban andar. De golpe era imposible, pero poco a poco el tiempo me dio la pala con la que despejar el camino, con la que entender porqué todo mi mundo se tambaleaba ahora bajo mis pies y no antes. Yo, que era todo arrojo y mirada al frente me vi impedida a los 35 años y no entendía nada.

Pero tan importante es darte cuenta de que estás metida en un pozo como trenzar la cuerda con la que vas a salir de él. Así que, aunque lo que yo quería era no salir de la cama en años, me obligué a salir y hacer deporte, a buscar momentos para mí y cosas que me hicieran bien. Bici, yoga, manicura, podcasts de comedia, mucho mucho stand up y lo que me cambió del todo: mis clases de cerámica.

Descubrí un mundo que transcurría en paralelo al mundo en el que yo estaba viviendo. Un lugar en el que me sentí en casa desde el primer minuto. Yo ya conocía a Natalia, mi profe (persona a la que adoro y sin la que no podría haber construido todo lo bonito que vino después) y a mi amiga Silvia (te quiero con locura mayfrend) pero lo que no imaginaba es que todas las demás alumnas que conocí en ese grupin íbamos a formar un equipazo tan absolutamente increíble.

Supongo que hay personas que están destinadas a conocerse y yo tenía que conocerlas a ellas porque me hicieron ver la vida con otros ojos. Creo que éstas cosas no pasan a menudo pero cuando pasan hay magia en el aire. De forma natural y sincera nació una red de apoyo. La sororidad en estado puro, un aquelarre, comadreo, llámalo x. Todas para una y una para todas. Hablamos de lo humano y lo divino y siempre hay rondas de abrazos. Abrazos con manchas de barro, pero abrazos que son oxitocina en vena.

Foto @vintasticshop
Foto @vintasticshop

Y ellas fueron la terapia dentro de mi terapia.

Sin saberlo me hicieron tanto bien… Tenía un entorno seguro, libre de todo lo que me estaba pasando. Tardé tiempo en reconocerles cómo me sentía, pero para entonces yo ya estaba en el camino de subida, sabía lo que me hacía bien y lo que me hacía mal. Sabía lo que tenía que hacer para cambiar lo que dolía. Los días buenos comenzaban a ser más que los malos.

Cuando me quise dar cuenta ya estaba metida en diseñar mi propia colección de cerámica para Vintastic. Algo que me había planteado tiempo atrás pero que si no fuera por Woodic nunca hubiera cogido forma. Surgieron 4 piezas cerámicas de la nada y resultaron ser 4 símbolos de algo que yo llevaba dentro y no sabía dejarlo salir.

El barro consiguió sacarlo dentro de mí. Y cuando vi las 4 piezas de la colección juntas lo supe. Vi claramente mis emociones plasmadas en la cerámica. Supongo que en otro momento de mi vida habría hecho una colección bonita pero sin tanto significado emocional.Han sido meses de trabajo pero estoy francamente orgullosa del resultado.

Las 4 tienen un elemento común, el mar. Para mí es sanador y despeja mi mente. Aunque no fue buscado en absoluto todas tenían ese nexo de unión. Esos sentimientos estaban ahí, la búsqueda del camino estaba ahí.

La primera pieza que quiero presentar en sociedad es LA BALLENA. Es un tótem, un símbolo, un amuleto… como una guía del camino que tengo que seguir. Cuando investigué sobre los significados de las ballenas en las culturas antiguas me quedé bastante en shock, casi buscando la cámara oculta.

No podía creer en tantas casualidades… entre otras muchas cosas leí : “considerada símbolo de fuerza, resiliencia, poder interior…” y se me pusieron los pelos de punta.

Es como si el barro también me hiciera terapia. Me guió por el buen camino. CONFÍA. Y ahora mi humilde Ballena está aquí y es una realidad. Cada ballena es una pieza única, hecha totalmente de forma artesanal. No hay dos iguales, como tú, es única.

Además he querido mimar mucho los detalles con ella. Cada cajita lleva una ballena protegida en un envoltorio sin plásticos y he querido regalarte 2 láminas A5 con dos mensajes breves pero importantes, un micro relato motivador y también unas curiosidades sobre la simbología de la ballena.

Espero que le des amor a esta pieza tan importante para mí. Me dio fuerzas cuando más lo necesitaba. Si te la autoregalas me harías muy feliz, pero si acaba en manos de alguien que esté pasando por un mal momento y su mensaje le ayuda con algo…habré tocado el cielo.

Los nativos americanos las tenían como amuletos de la suerte y ahora entiendo porqué.

Sé que te he soltado todo este rollo y no he entrado en el salseo de decirte qué me pasó exactamente para caer en ese bucle tan profundamente tóxico. No lo voy a hacer, porque debería escribir una trilogía y probablemente este ya vaya a ser el post más largo de la historia…No fue una sola cosa ni una sola persona lo que me hirió. Fue como la muerte de Julio César, hubo muchas puñaladas que acabaron con él.

Salvo que yo sobreviví. Y pienso seguir luchando por ver un nuevo día y disfrutar de todo aquello que me tiene preparado la vida. Aunque a veces vengan cosas duras, ahora tengo herramientas con las que trabajar.

Y de corazón te lo digo, si estás pasando un mal momento, descuelga el teléfono y habla con quien te pueda ayudar. No tengas miedo de acudir a un profesional. El primer día es duro, incluso puede que como yo no encuentres la mejor opción a la primera de cambio, pero si estás sufriendo la terapia te va a ayudar. CONFÍA.

Gracias por quedarte hasta aquí.

Este post ha sido intenso y me encantaría leer tus comentarios.

Un abrazo. Raquel